Consulta de Tarot
Un Recorrido Personal por los Arcanos
No sabría decir cuándo exactamente, pero la consulta de tarot siempre ha estado ahí. Como ese murmullo que solo se escucha cuando todo lo demás calla. En algún punto, todos sentimos esa especie de tirón por dentro. Algo que nos empuja a mirar más allá de lo que tenemos delante. Por curiosidad, por dudas que pesan o simplemente por entender un poco mejor qué nos está pasando.
Y no, no se trata de magia ni de ver el futuro como en las películas. Hablar de tarot es hablar de símbolos, de intuición, de conectar con lo que muchas veces ignoramos pero está ahí, esperando. No viene a darte respuestas cerradas. Más bien, te ofrece una forma distinta de mirar, de interpretar lo que ya está ocurriendo.
El mazo de tarot tiene 78 cartas. Sí, 78. No es casual. Están divididas en dos grandes grupos: los Arcanos Mayores, que señalan momentos clave, giros importantes, aprendizajes de los que marcan. Y luego están los Menores, más pegados al día a día, a lo pequeño que también importa.
Una lectura empieza por algo muy sencillo: elegir la baraja. Hay muchas, con distintos diseños, colores, estilos… pero lo esencial es que conectes con ella. No se trata de cuál es más bonita, sino de cuál te habla, cuál te encaja. Esa sensación es más importante de lo que parece.
El ambiente también influye. No hace falta montar un altar ni nada raro, pero sí tener un rato tranquilo. Un rincón sin ruido. Una vela, si te apetece. Música suave, si ayuda. Lo que cuenta es estar presente, sin prisas. Con intención.
Hay muchas formas de echar las cartas. Desde la clásica de tres (pasado, presente y futuro) hasta tiradas más complejas como la cruz celta. Pero ojo: más allá del método, lo que importa de verdad es cómo se interpretan.
Y ahí está la clave: interpretar. No es una ciencia exacta. Cada lectura es única porque cada persona lo es. Las cartas no vienen a dictarte nada. No te van a decir qué hacer. Pero sí pueden mostrarte algo que quizás no veías, o no querías ver. O algo que ya sabías pero necesitabas poner en palabras.
Un buen lector no te impone nada. Te acompaña. Te muestra lo que ve en las cartas, pero eres tú quien da sentido. A veces no se trata de encontrar una respuesta, sino de hacerse una buena pregunta. Y eso también es claridad.
Muchas personas salen de una consulta con una sensación de orden. No porque hayan solucionado todo, sino porque algo se ha recolocado dentro. A veces, solo necesitamos mirar desde otro ángulo. Y eso ya es mucho.
No tiene por qué ser algo solemne ni misterioso. Puede ser, simplemente, un rato contigo mismo. Una pausa. Un espacio para escucharte sin ruido ni juicios. Y si las cartas ayudan a enfocar mejor lo que estaba borroso, bienvenidas sean.
¿Lo has pensado alguna vez? Pues quizá este sea el momento. No esperes que te digan exactamente qué hacer. Pero sí, tal vez, te muestren una forma nueva de mirar lo que ya tienes delante. Y a veces, con eso, basta.